martes, 26 de noviembre de 2013

"Una nariz. Anécdota de carnaval".


 “[...] ¡Qué nariz! No hubiera yo creído que la naturaleza fuese capaz de llevar a tal extremo el pleonasmo, la hipérbole, la amplificación. […]. En medio del horror que me causaba aquella funesta mutación de escena, hubiera yo querido separarme de la nariguda serrana sin incurrir en la nota de grosero. Hice increíbles esfuerzos para articular una frase de galantería... ¡Imposible! [...]”

Este fragmento pertenece al cuento Una nariz. Anécdota de carnaval, aparecido en el número III de la revista La Alhambra, en el año 1840, y escrito por Manuel Bretón de los Herreros.

Para comentar este fragmento, debemos entender el honor con una acepción subjetiva, es decir, como el juicio que cada uno tiene de sí mismo, su autoestima.

Aquí vemos cómo el galán menosprecia a la dama debido al tamaño de la nariz, llegando incluso a la burla, diciéndole: “Tendré mucho gusto en obsequiarla a usted, señorita, pero temo que esa nariz usurpe las funciones de la boca. Si no se quita usted la careta, no sé como...”, cuando ella le pide que la invite a beber algo.

En este sentido se ve dañado el honor de la serrana, como él la llama, puesto que está ofendiendo su imagen. Al mismo tiempo que el caballero la deshonra de esta manera al esquivarla y salir huyendo, incluso, como hemos visto más arriba, al mofarse de ella, se está desprestigiando a sí mismo, puesto que presumía de unos valores intachables e insistía en que no pararía de admirar su belleza. Cuando la dama se quita la máscara y muestra su gran nariz, el lisonjero caballero, deja ver sus verdaderas intenciones, que no son más que un interés en lo físico y lo material, dejando de lado los verdaderos valores.

Esta crítica la podemos extrapolar a la sociedad naciente de la época: la sociedad burguesa que estaba surgiendo en aquellos tiempos daba más valor a las apariencias y a los bienes materiales de las personas que a su verdadera esencia.

Finalmente, es la propia dama la que recupera su honor, al quitarse la nariz postiza y dejar al descubierto la suya verdadera, acorde con la delicadeza y perfección de las demás facciones de su rostro, enseñándole al caballero que las apariencias engañan y que la verdadera belleza de las personas está más allá de lo que se ve a primera vista, dejando al galán sorprendido y avergonzado.


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