domingo, 1 de junio de 2014

Satanismo/cristianismo en Don Juan Tenorio


    Si leemos detenidamente, desde el principio, don Juan se nos presenta como un monstruo de livianidad (v.249) y provocador: por doquiera que voy / va el escándalo conmigo (v.411-412). Cuando se encuentra con don Luis y ambos hacen gala de sus “logros”, don Gonzalo ve qué clase de persona es su apalabrado yerno y, horrorizado, jura incluso matar a su hija antes de casarla con él:
Porque antes que consentir
en que se case con vos,
el sepulcro, ¡juro a Dios!,
por mi mano la he de abrir. (vv.736-739)

    Por su parte, don Diego, reniega de su hijo y huye de tal mostruo, ya que como dice: […] los hijos como tú / son hijos de Satanás (vv.782-783).

    Cuando don Juan queda con Brígida para concretar el plan de enamorar a doña Inés, la beata se da cuenta de que el galán es un diablillo, como ella lo llama, pero pronto se ve un cambio de actitud en el burlador, puesto que dice estar totalmente enamorado:
Empezó por una apuesta,
siguió por un devaneo,
engendró luego un deseo,
y hoy me quema el corazón. (vv.1310-1313)

    y ella, que lo creía libertino / sin alma y sin corazón (v. 1324-1325) se queda desconcertada.


   Asistimos aquí al principio de un cambio del satanismo inicial que hemos comprobado anteriormente a un amante enamorado que terminará convirtiéndose religiosamente.

    Como era de esperar, Inés también es víctima del poder diabólico de don Juan y se siente rendida a su poder seductor por intervención de Satanás:
Tal vez Satán puso en vos
su vista fascinadora,
su palabra seductora,
y el amor que negó a Dios (vv. 2240-2243)

    A lo que él niega diciendo:



No es, doña Inés, Satanás
quien pone este amor en mí:
es Dios, que quiere por ti
ganarme para él quizás (vv.2264-2267)






    Pero Inés reconoce la culpa de su amor y acepta la sentencia divina después de morir: su sepulcro será como una especie de purgatorio donde tiene que esperar a quien mató a su padre, ya que al jurar fidelidad a un amor infernal, su salvación quedará pendiente de la decisión que tome don Juan.

    Es a partir de aquí donde Zorrilla ensalza la misericordia de Dios.

   Don Juan, cuando se queda solo frente al sepulcro que han levantado en lo que antes era su casa, por petición de su padre, echa la vista atrás y empieza a recordar toda su vida de delitos y de infames aventuras y empieza a arrepentirse de su pasado:
[…] después de tantos años
cuyos recuerdos me espantan,
siento que en mí se levantan
pensamientos en mí extraños (vv.2916-2919)

    Vemos en don Juan ciertas dudas respecto a la existencia divina, ya que no está seguro de que entre toda la inmensidad del universo, haya un Dios que le esté escuchando llorar sobre la tumba de su amada Inés.
[…] hay un Dios tras esa anchura
por donde los astros van,
dile que mire a don Juan
llorando en tu sepultura. (vv. 2970-2973)

    Y es precisamente la estatua del Comendador la que le asegura la existencia de Dios y de que hay vida tras la muerte:
Dios asistir me permite.
Y heme que vengo en su nombre
a enseñarte la verdad;
y es: que hay una eternidad
tras de la vida del hombre. (vv.3435-3439)

    y es él quien le avisa de que Dios le concede todavía un poco más de tiempo para que se arrepienta de todos los delitos cometidos:
Dios, en su santa clemencia,
te concede todavía,
don Juan, hasta el nuevo día
para ordenar tu conciencia (vv. 3448-3451)

    Cuando se le vuelve a aparecer la estatua de don Gonzalo, acompañado de otras sombras, don Juan se muestra temeroso de que ya se le esté agotando el tiempo y se lamenta de no haber conocido antes la existencia de Dios:
¡Injusto Dios! Tu poder
me hacer ahora conocer,
cuando tiempo no me das
de arrepentirme (vv. 3697-3699)

    El recuerdo de un pasado de pecado lo lleva a la desesperanza, ya que no cree que sea posible borrar toda una vida de crímenes en un momento, hasta que se da cuenta de que es a través de la fe por la que puede alcanzar el perdón divino:
[…] si es verdad
que un punto de contrición
da a un alma la salvación
de toda la eternidad,
yo, Santo Dios, creo en Ti:
si es mi maldad inaudita,
tu piedad es infinita...
¡Señor, ten piedad de mí! (vv. 3761-3769)


  Y es Inés la que le da la mano que salva a ambos de la condenación eterna gracias al arrepentimiento del amado y a su declaración de fe:
Yo mi alma he dado por ti.
Y Dios te otorga por mí
tu dudosa salvación.
Misterio es que en comprensión
no cabe de criatura:
y sólo en vida más pura
los justos comprenderán
que el amor salvó a don Juan
al pie de la sepultura. (vv. 3787-3795)



    Es en este momento cuando asistimos a un caso de salvación por contrición perfecta (según la Escolástica, la contrición perfecta requiere que el dolor, el aborrecimiento del pecado y el propósito de no pecar más se hagan por amor a Dios), ya que don Juan se duele, se arrepiente y detesta por sus pecados y llama al Dios compasivo.

    La participación de doña Inés en la salvación del pecador es un caso de la comunión de los santos, que según su sombra, movida por el amor, ofreció su alma pura a Dios a cambio del alma impura de don Juan, como hemos visto antes. Doña Inés se convierte de esta manera en una especie de virgen mediadora ante la Providencia divina. Doña Inés es la encarnación del amor divino y de la caridad cristiana.

     Dicho todo esto, y aunque veamos la religiosidad de manera tan clara en la obra, en realidad, lo que prevalece en ella en todo momento en don Juan es la libertad, el individualismo y el amor terrenal, puesto que es él el que debe decidir si salvarse junto a doña Inés, a la que dice ha amado siempre.

Fama de don Juan


    Una de las acepciones del honor es el honor como valor objetivo, es decir, la fama o imagen que tiene una persona en relación a sus semejantes. La valoración que los demás tienen de una persona como consecuencia de una línea de conducta llevada a cabo por el sujeto.

   Dicho esto, por todos es conocida la fama de mujeriego, burlador y crápula de don Juan Tenorio. Esta imagen podemos verla cuando pone de manifiesto todos los delitos y rufianerías cometidas para ganarla apuesta de don Diego, quien, a pesar de ser un personaje más bien secundario y creado sólo para resaltar la figura del protagonista, tampoco se queda atrás en esta imagen de rufián y burlador.

    Esta imagen, creada por el mismo don Juan, queda en entredicho cuando conoce a Inés y se enamora de ella. La primera persona que cae en la cuenta de este cambio de actitud es Brígida que, como bien dice ella: yo os creía un libertino / sin alma y sin corazón, a lo que él responde:
¿Eso extrañas? ¿No está claro
que en un objeto tan noble
hay que interesarse el doble
que en otros? (vv. 1326-1328)

   Intentando hacer ver que su atracción hacia la novicia es pura apariencia y es sólo para ganar la apuesta que le hizo a don Diego.

    A pesar de que don Juan quiere dejar intacta esa imagen pública que se tiene de él, no duda en humillarse y ponerse de rodillas delante del Comendador asegurando que su hija ha enderezado sus pasos por el sendero del bien (v.2499).

   Ese cambio en la actitud de don Juan, del hombre libertino y sin corazón al hombre renovado y enderezado por el buen camino, hace que su mala fama que tenía en un principio y que bien supo ganarse por sus acciones, quede en un segundo plano cuando ese Satanás en la tierra es salvado del infierno por el ángel cándido que es doña Inés:
Lo que justicias ni obispos
no pudieron de mí hacer
con cárceles y sermones,
lo pudo su candidez (vv.2504-2507)

    Como era de esperar, esa imagen de crápula y burlador no se la pudo quitar y cuando de verdad estuvo enamorado nadie le creyó, aunque gracias a su arrepentimiento final y su declaración de fe pudo salvarse de la condenación eterna junto con su amada.

domingo, 26 de enero de 2014

FINAL DE DON JUAN TENORIO


Como ya sabemos, la obra de Don Juan Tenorio pertenece a José Zorrilla. Dicha obra se divide en tres partes.
La primera parte trata la historia de dos burladores. Tiene relación con el carnaval. Aquí se desafía la ley humana, política y divina. Cada acto tiene un carácter novelesco.
La segunda parte gira en torno a la seducción de “Ana de Pastora”.
La tercera y última parte ocurre en el convento.  Aquí se centra en la seducción de Doña Inés. Aparece una figura muy importante en la literatura española: la alcahueta, su nombre es Brígida.
Los procesos psicológicos son muy rápidos, ya que un burlador no puede enamorarse tan pronto y mostrar su amor en tan poco tiempo.
Centrándonos en el final de la obra hay varios aspectos que destacar. Este final nos recuerda mucho al final de El estudiante de Salamanca, esto es así porque los versos finales hacen creer al lector que Don Juan muere a manos de sus víctimas.
La diferencia entre ambos es que el protagonista de El estudiante de Salamanca es un personaje arrogante y orgulloso que no se arrepiente de los males que causa ni estando al borde de su muerte. A diferencia de éste, Don Juan se muestra arrepentido cuando va finalizando la obra.
Con relación a todo esto, podemos resaltar la “idea del plazo”; es decir, el tiempo que tenemos para arrepentirnos y hacer un acto de fe.

El lector, al terminar la obra puede interpretar que el protagonista muere en el desafío con el Capitán Centella.

sábado, 25 de enero de 2014

HONOR, DON JUAN TENORIO

ESCENA VI 
DON GONZALO

 "No cabe en mi corazón
175
que tal hombre pueda haber,

y no quiero cometer

con él una sinrazón.

   Yo mismo indagar prefiero

la verdad... mas, a ser cierta
180
la apuesta, primero muerta

que esposa suya la quiero.

   No hay en la tierra interés

que si la daña me cuadre;

primero seré buen padre,
185
buen caballero después.

   Enlace es de gran ventaja,

mas no quiero que Tenorio

del velo del desposorio

la recorte una mortaja."
Doña Inés es la prometida de Don Juan. Don Gonzalo, padre de Inés, al principio de la obra aparece a favor de este matrimonio. A medida que descubre la clase de hombre que es Don Juan no quiere que su hija se case con él. Lucha que lleva a cabo para poder salvar el honor de Inés.
Don Juan al principio de la obra no representa los valores de un hombre de honor. Es un noble español que siempre está persiguiendo amoríos, metiéndose en peleas y en aventuras que protagonizan la causa de sus males constantes.
Él está enamorado de Doña Inés y cuando Don Diego se opone a su matrimonio con ella, éste le promete que va a cambiar pero Don Gonzalo no le cree.
Don Juan se deja llevar por la rabia que siente y no duda en acabar con su futuro suegro y don Luis; éste último es el personaje contrario a Don Juan, y la apuesta con él es la que lo lleva al fracaso de todo.

De alguna manera se puede decir que Inés pierde su honor cuando se entera que su amado ha matado a su padre porque ella no quiere vengarse ni que le pase nada malo. A su vez se puede decir que Don Juan recupera su honor al final de la obra cuando se arrepiente de todos los males que ha cometido. 

INTERPRETACIÓN FINAL DEL ESTUDIANTE DE SALAMANCA

En la cuarta y última parte de la obra, vemos como Don Félix vaga por las calles hasta que aparece el espectro de mujer con un velo blanco que le cubre el rostro. Al principio indaga preguntándole quien es, pero finalmente acaba siguiéndola por un paseo. Poco a poco nos alejamos de la ciudad de Salamanca y entramos en un mundo fantástico.
 Este paseo se puede representar como el camino al más allá: todo a su paso va cambiando, cada paso que da le lleva a su propia muerte ya que llegan a un cementerio donde él mismo presencia su funeral.
Cuando ve su funeral entiende que su muerte se va a precipitar, pero a pesar de esto no tiene miedo ni temor ya que lleva su prepotencia  hasta el final de la obra.
Se sienta, junto al espectro, en la tumba de Doña Elvira. Aparecen cantando fantasmas alrededor de ellos hasta que apareceré Don Diego y le dice que se debe casar con Elvira. Él se burla de todo esto.
La presencia de este espectro tiene dos interpretaciones:
1.      Puede ser obra del Diablo
2.      O puede ser obra de Dios
Personalmente pienso que la aparición del espectro puede ser la presencia de Doña Elvira. Puede ser que le diera una última oportunidad cuando aparece don Diego y le dice que debe casarse con ella. Como él se niega ella le da el final que merece por eso lo besa y don Félix, en ese momento, se da cuenta que ha muerto.  
El final es muy ambiguo y hay quien piensa que el protagonista no muere. Yo pienso que sí y que lo hace porque al final de su muerte, en ese encuentro con el espectro, tiene la oportunidad de arrepentirse y no lo hace.
He aquí los últimos versos:
"aquella noche el diablo a Salamanca 

había en fin por Montemar venido!" 

ASUNTOS DE HONOR: DON FÉLIX Y DON DIEGO

Este fragmento que tenemos a continuación, pertenece al momento en que Don Diego va  en busca de Don Félix después de haber muerto Doña Elvira.
En las figuras de los dos personajes masculinos se plasman personalidades opuestas. Por un lado, el hermano de Elvira: Don Diego. Éste es un hombre con arrestos, valiente y un hombre de honor que arriesga su vida para vengar la muerte de su hermana. Por otro lado, vemos la figura del amado de Doña Elvira: Don Félix de Montemar. Un hombre movido por la obsesión de ser el mejor en todos los sentidos, orgulloso, que vive el presente sin importarle el pasado y desprecia el dinero, a las mujeres y a los hombres que ha matado.
Como vemos, Don Diego recoge todas las características propias de un hombre de honor frente a Montemar. Doña Elvira es un ser puro que se entrega en cuerpo y alma a Don Félix, y este es un mujeriego que no valora ni lo más mínimo esto, por este motivo a su hermano le mueve la venganza y quiere acabar con el indecente de Montemar.
He aquí dicho fragmento:
“D. FÉLIX: Buen hombre, ¿de qué tapiz

se ha escapado, -el que se tapa-
que entre el sombrero y la capa
se os ve apenas la nariz?
D. DIEGO: Bien, don Félix, cuadra en vos
esa insolencia importuna.
D. FÉLIX: (Al TERCER JUGADOR sin hacer caso de
D. DIEGO.)
Perdisteis.
JUGADOR TERCERO: Sí. La fortuna
se trocó: tiro y van dos.
(Vuelve a tirar.)
D. FÉLIX:  Gané otra vez.
(Al embozado.) No he entendido
qué dijisteis, ni hice aprecio
de si hablasteis blando o recio
cuando me habéis respondido.
D. DIEGO: A solas hablar querría.
D. FÉLIX:  Podéis, si os place, empezar,
que por vos no he de dejar
tan honrosa compañía.
Y si Dios aquí os envía
para hacer mi conversión,
no despreciéis la ocasión
de convertir tanta gente,
mientras que yo humildemente
aguardo mi absolución.
Desde el principio del fragmento vemos la arrogancia de Don Félix ante un hombre que al parecer no conoce y no sabe quien es. Demuestra en todo momento su arrogancia, como bien le dice Don Diego. Éste se mantiene guardando las formas y soportando la manera que utiliza Montemar para dirigirse a él.

D. DIEGO: (Desembozándose con ira.)
Don Félix,
 ¿no conocéis
a don Diego de Pastrana?
D. FÉLIX: A vos no, mas sí a una hermana
que imagino que tenéis.
D. DIEGO: ¿Y no sabéis que murió?
D. FÉLIX: Téngala Dios en su gloria.
D. DIEGO: Pienso que sabéis su historia,
y quién fue quien la mató.
D. FÉLIX: (Con sarcasmo.)
¡Quizá alguna calentura!
D. DIEGO: ¡Mentís vos!
D. FÉLIX: Calma, don Diego,
que si vos os morís luego,
es tanta mi desventura,
que aún me lo habrán de achacar,
y es en vano ese despecho,
si se murió, a lo hecho, pecho,
ya no ha de resucitar.
D. DIEGO: Os estoy mirando y dudo
si habré de manchar mi espada
con esa sangre malvada,
o echaros al cuello un nudo
con mis manos, y con mengua,
en vez de desafiaros,
el corazón arrancaros
y patearos la lengua.
Que un alma, una vida, es
satisfacción muy ligera,
y os diera mil si pudiera
y os las quitara después.
Juego a mi labio han de dar
abiertas todas tus venas,
que toda su sangre apenas
basta mi sed a calmar.
¡Villano!
En este momento vemos la desesperación de Don Diego que llega al límite tras escuchar las palabras de Montermar. Éste se muestra indiferente ante la muerte de la joven, y plasma por encima de todo su orgullo altanero que, sin duda, demuestra que tiene una vez más.
(Tira de la espada; todos los jugadores se interponen.)
TODOS: Fuera de aquí a armar quimera.
D. FÉLIX: (Con calma, levantándose.)
Tened, don Diego, la espada, y ved
que estoy yo muy sobre mí,
y que me contengo mucho,
no sé por qué, pues tan frío
en mi colérico brío
vuestras injurias escucho.
D. DIEGO: (Con furor reconcentrado y con la espada
desnuda.)
Salid de aquí; que a fe mía,
que estoy resulto a mataros,
y no alcanzara a libraros
la misma virgen María.
Y es tan cierta mi intención,
tan resuelta está mi alma,
que hasta mi cólera calma
mi firme resolución.
Venid conmigo.
D. FÉLIX: Allá voy;
pero si os mato, don Diego,
que no me venga otro luego
a pedirme cuenta. Soy
con vos al punto. Esperad
cuente el dinero... uno... dos...
(A D. DIEGO.)
Son mis ganancias; por vos
pierdo aquí una cantidad
considerable de oro
que iba a ganar... ¿y por qué?
Diez... quince... por no sé qué
cuento de amor...¡un tesoro
perdido!... voy al momento.
Es un puro disparate
empeñarse en que yo os mate;
lo digo, como lo siento.
D. DIEGO: Remiso andáis y cobarde
y hablador en demasía.
D. FÉLIX: Don Diego, más sangre fría:
para reñir nunca es tarde,
y si aún fuera otro el asunto,
yo os perdonara la prisa:
pidierais vos una misa
por la difunta, y al punto...
D. DIEGO: ¡Mal caballero!
D. FÉLIX: Don Diego,
mi delito no es gran cosa.
Era vuestra hermana hermosa:
la vi, me amó, creció el fuego,
 se murió, no es culpa mía;
y admiro vuestro candor,
que no se mueren de amor
las mujeres de hoy en día.
D. DIEGO: ¿Estáis pronto?
D. FÉLIX: Están contados.
Vamos andando.
D. DIEGO: ¿Os reís?
(Con voz solemne.)
Pensad que a morir venís.
(D. FÉLIX sale tras de él, embolsándose el dinero con
indiferencia.)
Son mil trescientos ducados”


Finalmente deciden batirse en duelo ya que Don Diego estaba dispuesto a ello para vengar la muerte de su hermana. Don Félix, se muestra calmado y sin miedos, siempre su ego y su orgullo por encima de cualquier situación. Él no muestra dolor por la pérdida de Doña Elvira y mucho menos cargo de conciencia ya que señala que ninguna dama muere de amor y que si Elvira ha muerto es porque ese ha sido su destino, y que Don Diego no puede culparlo de nada por mucho dolor que siente por la pérdida de su hermana.

jueves, 23 de enero de 2014

TEMA DEL HONOR: "EL CASARSE MAL Y PRONTO"


“Madre mía: Dentro de media hora no existiré; cuidad de mis hijos, y si queréis hacerlos verdaderamente despreocupados, empezad por instruirlos... Que aprendan en el ejemplo de su padre a respetar lo que es peligroso despreciar sin tener antes más sabiduría. Si no les podéis dar otra cosa mejor, no les quitéis una religión consoladora. Que aprendan a domar sus pasiones y a respetar a aquellos a quienes lo deben todo. Perdonadme mis faltas: harto castigado estoy con mi deshonra y mi crimen; harto cara pago mi falsa preocupación. Perdonadme las lágrimas que os hago derramar. Adiós para siempre.


Este fragmento pertenece a un artículo de Mariano que se publicó por primera vez en El Pobrecito Hablador el día 30 de noviembre de 1832.
Podemos dividir el artículo en tres partes: en primer lugar vemos un prólogo en el que nos introduce a los personajes y su situación, en segundo lugar nos presenta el desarrollo del artículo, y por último vemos una conclusión.
Se enfrentan dos modelos de educación, uno sería la educación tradicional que conlleva la falsa religión, guardar las apariencias, etc.  Y por otro lado, está la educación francesa que es muy liberal frente a la tradicional.
Fijándonos en el fragmento adjunto, podemos observar que el honor del personaje, Augusto, desaparece en esta carta. A lo largo de su vida ha hecho las cosas de manera incorrecta: se ha casado sin tener nada que ofrecer a su esposa, ésta le abandona por su amigo y él mata a dicho amigo por traicionarlo.
El honor de Augusto está completamente perdido y tras el crimen que ha cometido decide suicidarse dejándole una carta a su madre para que cuide de sus hijos con buenos modales y costumbres.
Lo que podemos dejar claro tras leer este fragmento es que un hombre de honor se plantearía su vida de manera diferente a como lo hace Augusto y que, por  tanto, él no encajaría en la descripción de un hombre de honor.
Él mismo nos deja ver en la carta que es consciente de su deshonra y que por ello prefiere quitarse la vida antes de vivir con un sufrimiento eterno que no le dejará ser feliz nunca.